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Mostrando entradas con la etiqueta Cuentos. Mostrar todas las entradas
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Imagina que ves a tu alrededor y tu vista nublada no distingue más que una pared amarillenta, en realidad una pared incolora cubierta por la obscuridad y de vez en cuando pobremente iluminada por una lámpara blanca. No estás seguro de como llegaste ahí, y realmente te preguntas cómo es que te encuentras perdido en esa larga fila de personas.
Estás parado ahí detrás de alguien que no conoces, adelante de alguien que no conoces, sabes que hay cientos de personas tras de ti pero te sientes como el último. Ese piso por el que caminas se torna tu único espacio vital desapareciendo los recuerdos de los árboles, de los campos por los que alguna vez corriste, de la ciudad que alguna vez transitaste... eso ya no existe más la pregunta que recurre a tu mente ante la soledad de lo que contemplas y se repite una y otra vez transformando tu cabeza en una maraña de confusión es ¿Realmente existió "mi" mundo? No lo sabes porque el pasado no existe, pero el presente te hace pensar que toda esa felicidad anterior, los sentimentos, los colores, fueron algo que imaginaste, nunca la viviste.
Por alguna razón ya no se sientes más esperanzas en el futuro tampoco, solo puedes imaginar lo que hay algunos segundos adelante, y tú no eres el único, porque todas esas caras desconocidas de inmigrantes que ante tu percepción carecen de alma o felicidad y lo único que poseen es tristeza e inmundicia también ha perdido las fé, las ilusiones, el todo.
Sabes que todos ellos vienen de lugares parecidos a "tu patria", quizá de "tu patria" misma;  si es que alguna vez existió algo parecido, porque ahora, que solamente existe esa plataforma delgada donde a un lado hay vacío, y al otro también y en el centro están tus pasos y tus preguntas ¿Cómo puede ser la pared tan larga que se pierda en el infinito hasta el inframundo?
La verdad es que sientes miedo, mucho miedo, no sabes que terribles cosas sucederán al llegar adelante, muy posiblemente serás golpeado hasta morir y si eres mujer algo peor... sientes miedo, ves a los guardias maltratando a las personas, pero sabes que después de pasar el umbral lo peor no son los guardias si no los que ya pasaron del otro lado.
De repente la luz blanca ilumina tu cara, y sorprendentemente ves tu cara pálida, lánguida, blanca... Pero tú mismo la puedes ver, cómo si estuvieras parado frente a ti mismo y fueras alguien más; como si tuvieras un espejo, o es más bien que tu alma te observa de frente porque se te ha escapado del cuerpo, porque quieres huir y tu ser físico casi petrificado, solamente mueve los pies para avanzar un paso esperando tu llegada al umbral, está ahí tan muerto, tan sin vida, que parece que estás viendo a una versión más envejecida de ti... Una versión que siente mucha sed, mucha hambre, y mucho dolor... No dolor físico, un dolor en su interior.
¿De dónde viene el dolor? El dolor viene de pensar en que ninguna de esas decenas de caras que repetidas que se forman en la fila entre el abismo son familiares, ni si quiera son amigos, sabes que son de tu misma raza, sabes que son de un país como el tuyo, sabes que son expatriados "a voluntad", pero no sientes ninguna identificación con ellos. Todos van buscando un mejor futuro que no fueron capaces de forjar cuando la tierra era hermosa, y que no serán capaces de forjar en ningún lado porque ya no existen tierras hermosas.
Estabas perdido entre tus pensamientos y te das cuenta que al fin vas a cruzar el umbral, se ilumina un poco y comienzas a oir música clásica... tal vez está dentro de tus oídos, tal vez está en el entorno y no entiendes como, pero la oyes y es la música más triste que has oído jamás. Aunque la melodía te es familiar, jamás esas cuerdas de violín habían sido usadas para estrangular tu corazón y sientes como si lo estrujaran, te las imaginas apretando el músculo cardiaco que poco a poco va dejando de latir y empieza a sangrar cuando las cuerdas se entierran en él... Todo tu torrente de sangre se detiene, se desvanece, se te escurre del cuerpo... no solamente lo sientes sino que lo ves.. y te ves al rostro desde tu lugar etéreo y te das cuenta que te has vuelto transparente y sin vida.
Cuando regresas de tus pensamientos, ya te encuentras frente a los guardias y ellos comienzan a registrarte violentamente; sientes vergüenza porque no tienen medida de decencia alguna, y tú sientes asco, repugnancia; tu nunca se enfría... tu cuerpo se empieza a paralizar sintiendo un hormigueo desde tu cabeza que baja por la espalda y no importa si llega a las piernas porque ya ni siquiera la sientes, lo único que sientes es soledad, y aunque has sido despojado de tus ropas ya ni el frío lo puedes sentir... ¿Qué va a pasar cuando cruces el umbral?
Sigues avanzando un poco más y de repente los abismos a tu alrededor desaparecen, te encuentras en un cuarto aun más oscuro, que huele a sudor y orin que se confunden; la gente a tu alrededor te mira, las miradas del género masculino te hacen sentir repugnancia y las vistas del género femenino son ajenas, como si sus portadoras quisieran matarte.
Al fondo de la habitación puedes ver la puerta iluminada, pero su luz no representa esperanza sino "nada", sólo "nada", te has dado cuenta que estás frente al umbral, y entonces la luz debería ser tan intensa que te lastimara la vista, pero tu te sigues sintiendo profundamente dentro de la oscuridad, como si esa puerta solo fuera una pintura.
De repente el chillido de una mujer te desaturde los oídos, oyes los murmullos de la gente, te das cuenta que ella viene hacia ti con un niño en brazos; sientes que las personas se te acercan y solo tratas de avanzar, como si alguno de ellos te fuera a comer, porque en medio de un mundo de hambre y semanas sin comer podrían comerte en vida. Lo único que piensas es en alejarte lo más pronto posible de ahí.
Entonces, la mujer se acerca y te entrega en los brazos al niño de cuyo vientre sale sangre; el pequeño está cubierto en vendas, lo ves con sorpresa, te tiemblan las manos. Por fin dentro de ese mundo sin lenguaje alguien dicen una palabra en español, pero con un acento diferente al tuyo... es la mujer quien habla y te dice: "Por favor, lleve a mi hijo a cruzar el umbral, todos aquí vamos a morir pero el es tan pequeño, está enfermo, no puedo tenerlo aquí... por favor". 
Miras al niño ya en tus brazos, te parece todo débil, sientes lástima por esa pequeña criatura destrozada que "no puede defenderse"; hueles su sangre hirviente y ese hedor se queda agazapado en tu nariz hasta que el aliento te sabe a sangre. Tienes miedo a cargar al niño entre tus brazos pues es prácticamente un ser sin vida, tienes miedo a cargar a la muerte pero por alguna razón te sientes tan paralizado que te limitas a seguir adelante con tus pasos descalzos y sin fuerza y el niño en brazos; ni si quiera puedes contestar con palabras, pero tu mirada se cruza con la mirada humana de la madre... la única.
Caminas un poco más, vas a cruzar la puerta, cierras los ojos y la música se oye más fuerte dentro de tu cabeza; las cuerdas del violín te quiebran finalmente y te ves a ti mismo, ahí enfrente: pálido, sin esperanza con los ojos cerrados, con unas lágrimas extraviadas saliendo de tus ojos, con el niño en brazos, la sangre escurriendo de sus vísceras, el hedor, los murmullos... Cruzas el umbral...

*****
En mi blog he escrito sobre muchos sueños y normalmente no me gusta comentar que la inspiración para el cuento es un sueño o algo de la realidad, para que los que leen puedan experimentar por sí mismos las sensaciones y sacar una conclusión. Sin embargo de este sueño en particular me gustaría comentar que elegí el título de Deportación, porque aunque el contexto del sueño era totalmente falto de claridad para mí, en la mañana, al despertar me puse a pensar en como las sensaciones fueron muy profundas, incluyendo la música que se oía de fondo. Y distinto a como lo hago siempre, no traté de pensar cual era el contexto de mi sueño en mi subconsciente sino más bien me puse a pensar que las personas que estaban a mi alrededor parecían ser inmigrantes centro-americanos, y yo me sentía parte de ellos. Entonces no pude evitar pensar en todo lo que puede sentir una persona en una experiencia como la de ellos, ni tampoco pude evitar pensar en los campos de concentración Nazis y en otras tantas injusticias y genocidios que se cometen dentro de las guerras, creo que me sentí como en una película de guerra. 
Insisto, no es una experiencia real, y yo afortunadamente desconozco como se siente una persona en esas situaciones, pero me gustaría dedicar este cuento a todas las personas que han experimentado por situaciones de inmigración. En especial a mis amigos que están "del otro lado".



I hated you when I was a little girl, because I love a lot the sunlight and when you were with me, you didn't let me see my beloved sun.
I thought you were evil, you were sad, because you made me turn on artificial lights when it was barely 4 pm, and you know how I dislike the yellow artificial light.
I hated you so much a lot of sundays when you didn't want me to play in the yard. I even thought that I never would be able to see a sunday afternoon because you always was at there between the mountains, between the fog.
I thought that I hated you, but now I see that I never felt that sincerely.
You also was there at every place I traveled, you evil didn't want me to go to the shore and neither to see the blue sky, instead of that with you all those wonderful things turned into gray and you really made me angry.
Someday I knew you could not be that evil I thought. Because that beautiful green of the mountains which were my crib it was because of you.
And at least, yesterday I realized that I never travel alone, not because you hate me, that's because you always want to be with me.
Even when my birthday is in May, and I didn't even bother to invited you to my party, you gifted me with diamonds to celebrate our decades together.
Through the Cities, through the towns, through the north and the south, it looks like you always want to follow me.
Now I can see, clearly as you are, that you gave me those afternoon in artificial yellow lights to pass time with my grandma, and I want to thank you for such lovely hours.
When she died, you cried with me, and also you did it when my grandpa, my uncle and my aunt left. You were there with me, and you taught me that my heart could feel so empty that it echoed your steps.
When someone broke my hearth you also did it, you cried and then my tears mixed with yours, and no one knows that we both were sad because you covered me .
In the death and the farewells, I felt like you were cold and sad inside of me, and It's beautiful to know that I'm so alive that I can feel some so pure like you in me.
At the end of those painful days you and the sun gave me a colourful smile, and you shone with me, and I knew that you are the best friend of my beloved sun.
Once, you gave me a religious and divine sensation when in the middle of that olmecan night you fell in my head and then magically your friend the nightly south warm took you to heaven just for letting you to fall in my soul and you gifted me with your deep pace.
Since I was a little child I feel like a lonely girl at the dark, but in the nights when I feel so alone, when I'm sleepy, you sing a song for me and I don't know why when you sing me you take me away from dark and sadness and I feel myself in calm. 
Besides, you and the moon taught me what beautiful the night really is.
Now I can recognise, that you didn't want me to play alone, you wanted we played together; you didn't want I ran out of you, you wanted we ran together, we felt cold together, we were in the nights together.
I see now my friend, that you wanted to be like the gypsi moon in the Spanish modern tales, who wanted to be a mother of a human being, you wanted to be my sister and gave end to my only child loneliness.
I was angry with you because a lot of times you didn't left me did something I really wanted, but now I see you were also my perfect excuse for didn't do that I didn't want. I can see today how good friend you are, how diaphanous and brightly is your purest soul.
I want to thank you for being with me, even when I write this for you I can hear you out of the window, and I want to thank you for being one of your treasured "ame no ko" (girl of the rain).
I see you in my past, in my present, in my future. You'll be there in my tomb, giving me flowers, crying for me.
I love you my sister rain.
Y el demonio dijo - Dame 10 almas...
Sin bacilar mucho decidí darle las almas de mis mejores amigos de la infancia, sabría que ellos no se opondrían, pues habían sido mis compañeros fieles, en diferentes momentos de enfermedad y soledad...
Fueron tan fieles, que después de dos décadas de no frecuentarlos, acudieron a mi llamado inmediatamente, sin pretextos, como en un sueño. Ahí estaban, en medio del brillo azul de la noche, provocado por la luna llena que se colaba a través de los vitrales en aquella casa rústica.
Eran la mujer virgen, rubia, blanca, desnuda, de cuerpo soñado; el niño con vestido azul que caminaba; la apiñonada gordita de cabello castaño que tanto envidié cuando jugábamos; la güerita simpática a quien como travesura de niña, jugando al salón de belleza le corté el fleco; mi primera amiga de sonrisa franca y cabello rojizo; la niña pesada que fue mi amiga desde los dos años; la que se sentaba al lado de mi cama cuando estaba enferma, con su listón rojo; los dos pequeños diminutos que parecían gemelos, aunque yo nunca noté el parecido cuando niña, a ellos que conocí en su escuela; y finalmente la sirena encantada cuyo cabello rizado amé tanto, que lloré cuando se despeinó, tal vez porque a la edad que ella apareció en mi vida, ya  podía comprender la importancia del cabello para una mujer.
Ahí venían los 10, caminando por su propio pie... Me dio tanta alegría verlos después de tanto tiempo que me pregunté a mi misma ¿Cómo me atrevería a darle sus almas a aquel demonio desconocido? Aquel demonio que ni siquiera había invocado, puesto que cuando entré a la alcoba el rito ya se había consumado, pero los asistentes ya no se encontraban, sólo estaba aquel demonio, al que por cierto solo pude escuchar decir "Dame 10 almas".
Tampoco comprendo por qué fueron justo esas 10 almas las que se cruzaron en mi mente, quizá porque suelo arriesgar poco, y antes de ese momento yo pensaba qué ellos eran poco, que su alma era menos valiosa que la de otros...
En medio de mi corta reflexión, el pequeño caminador me dijo - No te preocupes, nuestra alma pura, no se puede contaminar con los males, así que iremos con el demonio y regresaremos intactos.
Sentí tanta tranquilidad cuando él me dijo eso, y me dio gusto saludar a un amigo de hace tanto tiempo, que pensé que ya  no los podría dejar ir, mejor iría con ellos.
Así que  caminamos, por los salones interminables de la casa de pisos de caoba negra, había más de una sala ataviada con hermosas alfombras persas de fondo blanco, con decorados amarillos y azules. Caminamos mis amigos y yo hasta llegar a un balcón, mientras seguíamos al demonio.
Imágen del juego Limbo
 Entonces el demonio desapareció, sin llevarse aquellos 10, que tarde comprendí que no eran almas verdaderas, sino más bien 10 fragmentos de mi propia alma repartida en sus inmutables cuerpos, que eran los phylacteries de mi más tierna infancia, la que se dividió en el ritual alquimista de mi conversión a adulta y en la plegaria de ser niña por siempre; un alma que se partiera para vencer la soledad y en busca de la compañía; mis amigos eran los trozos de mi alma que vivieron conmigo el miedo a los demonios, y que a lo largo de los años, perdieron el miedo también conmigo, pero que quisieron permanecer en la plenitud de una infancia inmaculada y eterna...
No sé como llegué a la cama;  pero recuerdo haber despertado a la mañana siguiente, dirigirme al patio de aquella enorme casa, que por fuera era blanca, de piedra sin pulir, de vitrales elegantes y de barrotes negros que cubrían las ventanas; y ahí bajo el cielo, sentada en una banca, le platiqué a alguna vecina en medio de la tenue luz de la madrugada: "Anoche un demonio me pidió 10 almas..."


El viento frío me pega en la cara, me gusta esa sensación y me recuerda a cuando salía a correr con la Diana y nuestros amigos. Al recordar esos momentos felices casi me olvido del día tan malo que he tenido hoy, por un rato se desaparece la sensación de esta mañana cuando se me rompió mi corazoncito y la de los brincos incómodos que pega esta camioneta en la que voy trepada y este olor a chiquero. Nunca pensé que así olería la muerte.
Siento tristeza por pensar en que ya nunca voy a ver a la familia, pero mientras me dirijo a mi destino pienso en los ojos de "la mamá", tristes y vidriosos, y en su voz quebrada cuando me dijo - Perdóname Chucha, te tienes que ir porque necesitamos el dinero. Entonces ni lo dudé y después de que no me dejaba, me subí corriendo yo solita a la camioneta.
Lo que me dio valor es saber que eso del dinero es tan importante para la mamá. Yo no se que sea eso, pero me he dado cuenta de que a ella le hace mucha falta, porque a veces en las noches se salia al patio y se ponía a hablar conmigo y decía - Yo no se qué voy a hacer mañana si ya  no tenemos dinero ni para comer. Cuando eso pasaba, la mamá se salia al patio porque no quería que los chamacos la vieran llorar, aunque yo si la veía, pero al día siguiente salía temprano a trabajar y al llegar en la tarde ella traía aunque sea tortillas y frijoles y a veces hasta a mi me tocaba comerlos, aunque me daba cuenta de que ella no comía.
Por eso cuando me dijo llorando - Perdóname Chucha, te tienes que ir porque  necesitamos el dinero - Esas palabras retumbaron en mis orejas como los truenos en las noches de lluvia, y llegaron hasta mi corazón y aunque me la había pasado mucho tiempo defendiéndome de los jaloneos del viejo panzón, decidí subirme a la camioneta, aunque yo ya había escuchado lo que iba a pasar, porque siempre ando de chismosa en el patio.
Dicen las gentes que cuando uno se va a morir se pone a pensar en todo lo que ha pasado en su vida, desde que es uno chiquito hasta que es uno viejito, yo no llegué a viejita, lo malo es que llegué a gorda, y la gordura lleva a la muerte. Pero aunque no me voy a morir viejita sí me puse a pensar en toda mi vida.
Yo nací en un pueblo donde hace harto frío, y además yo siempre estoy fría porque tengo poquito pelo. A decir verdad siempre me pregunté por qué la Diana era más peluda que yo, ella siempre estaba bien calientita, por eso en las tardes que nos dejaban entrar a la casa de la mamá, me acurrucaba junto a ella mientras veíamos la tele con los chamacos.
La Diana es como una hermana mayor para mi, lo primero que recuerdo de mi vida es un día en que yo era muy pequeñita y estaba triste, me sentía sola porque no había nadie como yo en ese inmenso patio, a penas el día anterior me habían separado de mi mamá y de mis hermanitos. Entonces vi a la Diana, corriendo con sus patitas esbeltas ¡se veía tan bonita! La Diana es delgada y tiene pelo negro y también rubio, tiene un porte muy elegante porque dice la mamá que es alemana. La mamá también dice que todos los alemanes son como la Diana, grandotes, fuertes, rubios e imponentes, pero con cara de enojones.
Me sentí identificada con ella desde ese día porque tenía cuatro patas como yo, así que me salí de mi casita y me fui a seguirla por todos lados. Al principio como que le molestaba, pero yo creo que todas las hembras tienen instinto de mamá aunque tengan cara de enojonas, y les sale cuando ven a un chiquillo necesitado de amor. Yo estaba muy necesitada de amor y la Diana poco a poco se acostumbró a que yo siempre la anduviera siguiendo.
El único  momento en que yo no seguía a la Diana era cuando se metía a la casa, porque cuando lo hacía, la mamá se enojaba, pero al final los niños la dejaban entrar y la mamá decía - ¡Ay chamacos! otra vez la perra dentro de la casa ¡pero ya que le hago!
Entonces la Diana se acostaba en medio de la sala para ver la tele y yo me estaba muriendo de frío afuera. A mi me daban ganas de irme con ella, y un día me dieron tantas ganas que entré y fue la primera vez que me planché en el piso de cemento.
Yo pensé que la mamá se iba a enojar, pero en lugar de eso le dio mucha risa, a ella y también a los niños, desde ese entonces lo hice todos los días que no se aguantaba el frío de afuera.
La Diana era buena conmigo, me enseñó todo lo que un perro tiene que saber. Recuerdo que cuando la empecé a seguir me dijo que le caía mal porque yo estaba muy sucia y entonces me dí cuenta que a ella se le quitaba lo apestosa cuando al bañaban y un día decidí irme a meter para que me aventaran agua con la cubeta, y a la chamaca más grande le dio mucha risa, pero me empezó a echar jabón como a la Diana y descubrí que era bonito estar limpiecita.
A los niños les daba risa cuando yo iba solita a recibir mi baño, pero la verdad a nadie le gusta estar cochino, y a mi al principio me tenían en un lugar muy sucio y sólo me aventaban comida ahí. Hasta mi comida se apestaba y no me daban ganas de comer.
Mi vida fue corta, y casi toda me la pasé corriendo con la Diana y los otros perros de la jauría. Cuando yo pasaba corriendo con ellos, a los campesinos que vivían en la comunidad siempre les daba mucha alegría, y después de un tiempo hasta mi nombre se aprendieron y me gritaban a lo lejos "Adíos Chucha". A mi me daba tanto gusto que me conocieran y les ladraba feliz, parecía que algo de mí les llamaba la atención, más que los otros perros, tal vez era porque yo ladraba muy feo. 
Al principio, cuando la Diana me llevó con los de la jauría, nadie me hablaba, creo que no les caía bien. Tenía que esforzarme mucho porque como mis patitas son más cortas que la de los otros, yo no podía correr tan rápido como ellos y siempre me dejaban atrás y se burlaban de mi. Pero poco a poco, conforme me fui volviendo más rápida me terminaron por aceptar y se volvieron todos mis amigos. ¡Qué lástima! ya no me pude despedir de nadie. Espero que la Diana les diga a todos que los quiero mucho.
La verdad es que esta mañana, todo pasó tan rápido que ni de la Diana me pude despedir, pero ella se dio cuenta de todo. Era muy temprano y a penas acababa de salir el sol cuando llegó un viejo panzón, sudoroso, barbón y feo a la casa de la mamá y le tocó la puerta. La Diana se puso a ladrarle enseguida, yo creo que lo vio que estaba muy feo. La mamá salió a abrirle y se pusieron a platicar :
- ¿Qué pasó doña Rita, 'ora sí me va a vender el cochinito?  - La mamá se puso a llorar y le contestó - ¡Ay don Pedrito! yo la verdad no quisiera porque ya estoy bien encariñada con el animalito, pero ya no se que hacer, ya no tengo que darle de comer a mis hijos mañana, ni tengo dinero para pagarle a mi hermana lo que me prestó y ya lo está necesitando, así que no tengo otro remedio que venderla, creo que es la única manera con la que puedo conseguir el dinero necesario - Entonces yo me pregunté ¿De qué cochinito están hablando? si en la casa nadamás había gallinas y perros (o eso pensaba yo hasta ese momento).
-¡Ay doña Rita! ni se preocupe, esos animales ni sienten, y son para comer - dijo el panzón, y mi mamá le respondió - ¿Cómo no van a sentir don Pedro? si la Chucha ha vivido con nosotros casi desde que nació, la  compré cuando era un marranito bien chiquito y ha convivido con mis hijos como una mascota y nosotros la queremos mucho.
Cuando oí eso sentí como si agua helada me hubiera caído en todo el cuerpo y me quedé toda tiesa,  mi corazón brincó tan fuerte que pensé que se me iba a salir, y me dí cuenta de que estaban hablando de la Chucha... y yo soy la Chucha. El señor decía que la mamá me iba a vender... y la mamá decía que yo era un marranito... Entonces fue cuando se me rompió mi corazón en pedacitos, sentí "rete-feo", sentí que todo lo que había creído siempre, era como un cuento de los que le cuentan a los niños cuando se van a dormir, sentí que todo en mi vida había cambiado y sobre todo sentí que no sabía quien era yo, por eso me sentí perdida.
Yo era una cerdita - pensé - ¿Pero no qué era perro?... Y entonces todo tuvo sentido, es por eso que tengo bien poquitos pelos, no como la Diana que tiene hartos. Yo me explicaba eso, pensando que tal vez yo era de un lugar llamado Chihuahua, porque el perro de la señora rica que vive en la hacienda dis'que lo trajeron de allá y es pelón. Aunque por otro lado era extraño que fuéramos parientes porque ese perrito, además de ser pelón, está bien feo y era chiquito, grosero y flaco.
Pero... tienen razón - pensé - soy un marranito, eso explica las patas chiquitas, lo gorda que estoy, mi color rosadito, mi pedazo de cola y por eso ladro tan feo...
En ese momento me puse muy triste, creo que el alma se me salió del cuerpo y ya no regresó, no tenía ánimos de pensar en nada y no'más seguí escuchando lo que decían:
- No se aflija doña Rita, yo se que usted a cuidado mucho de la cochina, por eso está bien gordita, se ve que van a salir unas carnitas bien sabrosas. Además bien sanas - Y me pelliscó el viejo -  ¡Mire no'más! nunca había visto un cochinito tan musculoso, si este ni grasa tiene - !Ay don Pedrito¡ ya ni me diga eso,  es que la Chucha es rara desde chiquita, es más bien como si fuera un perrito, se baña y corre harto, y nunca está de floja ni de mugrosa como los otros cochinos.
- Bueno doña Rita, entonces ¿Sí me la vende? - la mamá se me quedó viendo... se quedó en silencio, yo ya estaba toda aplastada en el piso, y le respondió - ¿Pues ya que hago don Pedro? no tengo otra manera de pagar las deudas y de sacar para la comida.
En ese momento no creía que un día pudiera ser peor que ese... y fue cuando el viejo "jijo" se me acercó y me jaló mis patitas de atrás, tan bruscamente que me golpee con el piso, entonces yo empecé a chillar y me empecé a torcer y no me dejaba de jalonear. En es momento la Diana, que estaba amarrada como todas las mañanas empezó a ladrar y a ladrar, y a querer correr, hasta que rompió la cuerda y se le aventó al señor. La mamá alcanzó a verla antes y la pescó del pescuezo y le dijo - ¡No Diana! el señor se viene a llevar a la Chucha.
La Diana puso cara de espantada y se quedó quieta un rato, pero cuando el gordo me puso el mecate en el cuello otra vez se puso a ladrar y a gruñir, tan fuerte que salieron los chamacos de la casa y la más grande preguntó - ¿Qué pasa mamá?
Y la mamá les dijo - Perdónenme hijos, pero tengo que vender a la Chucha...
De repente todos me voltearon a ver, y uno de ellos gritó - ¡No mamá, la Chucha es nuestra amiga! - Y la mamá contestó - Lo siento mis hijos pero es necesario. Todos se pusieron tristes y el más chiquito se puso a llorar.
Ahora trepada en la camioneta, sin saber a dónde me llevan, yo  no se que me duele más: si haber visto  llorar a los chamacos, o haber escuchado el aullido más triste que le he oído a la Diana, o enterarme de que yo era una marrana, cuando toda la vida había creído que era "la mejor amiga del hombre". Pero tal vez lo peor fue enterarme el mismo día de que a  los marranos no los crían porque les tengan amor como a los perros, sino que lo hacen para que se pongan gordos, y entre más gordos estén... más dinero les dan cuando los venden, y luego sabrá Dios que hagan con ellos. Oí decir algo de las carnitas... 
Siempre pensé que iba terminar mis días como la Diana me dijo que lo íbamos a hacer, ella decía - Vamos a vivir aquí hasta que seamos muy viejitas, hasta el último día vamos a jugar con los niños, a correr con la jauría y a ladrarle a los extraños para cuidar nuestra casa, pues esa es nuestra obligación. Cuando nos muéramos nos van a enterrar en el patio y van a llorar por nosotros.
La Diana lloró, la mamá y los niños también, pero nadie me va a enterrar. Ahora se ha detenido la camioneta y abrieron la puerta para que me baje, se acerca un muchacho y  el gordo le grita - A ver tú chamaco inútil ayúdame a bajar este chochino que me costó un montón de trabajo subirlo porque no'más no se deja - El muchacho me jala el mecate, y yo no me quiero bajar, yo quiero que esto acabe y regresarme a mi casa.
El gordo le dice al chamaco - Mira qué bueno está este pa' la paila, dicen que corria mucho porque se creía perro - El chamaco se ríe y yo chillo. Y no chillo porque me estén jaloneando tan feo, chillo porque siento que me muero de la tristeza. Yo a penas anoche era un perro...
El chamaco, se ve contento, yo no entiendo como alguien puede estarse riendo cuando va a ver una muerte. La única vez que he visto una muerte, es cuando el abuelo de los chamacos se calló en el patio, porque le dolió su corazón tan fuerte que se le detuvo. Ese día todos estaban bien tristes, también la Diana y yo estábamos tristes y lloramos porque el viejito era bien bueno.
Ahora yo sigo gritando mientras me arrastran en este suelo que no conozco, chillo porque tengo miedo... Tengo mucho miedo...
Ahora estoy en frente del viejo grasoso, quien tiene en las manos un cuchillo bien grande, que más bien parece un machete.... ¿Qué va a pasar?
Mejor no voy a pensar en nada ¡qué forma tan triste de morir tenemos los cerdos! Yo no hubiera querido una muerte así, yo hubiera querido morir como los perros...
Ya no quiero pensar, pero de repente una idea ha caído en mi cabeza... Es una idea feliz.. Yo quería morir como un perro pero lo más importante no es cómo voy a morir, sino como he vivido... Yo viví feliz como un perro, y disfruté la vida corriendo, cómo tal vez ningún cochino lo ha hecho.
Si hubiera vivido como un cerdo, todos los días habría estado pensando sólo en comer y en dormir, con el miedo de ver algún día este cuchillo. Habría sido muy infeliz, y ni habría vivido, porque vivir sabiendo toda la vida lo que yo supe hasta hoy ha de ser como no vivir...
Ahora sé que no importa lo que la gente diga qué eres, lo que importa es lo que tu realmente eres, lo qué eres dentro de tu corazón y la forma en la que vives... no importa más si quieren que muera como un cerdo, porque yo siempre he sido un perro, y voy a morir valiente y fiel como un perro.


" Ese puerco estaba llorando, -pues si señor en su ojos se veia una infinita tristeza" 

Basado en una historia real.
Caminaré por los túneles de esta ciudad desconocida que está sumergida en la niebla del miedo y la desconfianza, aun cuando debajo de la tierra no debiera haber niebla... aunque eso se siente en cada paso que das, la desconfianza que te envuelve cómo una niebla espesa, pero NO es una desconfianza común, NO es aquella que sientes porque tengas él temor a que te roben lo poco que tienes o te engañen, es aquella desconfianza que sientes cuando pisas las piedras del túnel y sabes que ellos no son humanos... es aquella que se respira en el aire, más aún, que se siente en el aire... Pero quiera o no, caminaré por los túneles y pisaré las rocas, y mantendré amarrado a mi ser ese sentimiento de suicidio, pero no aquel qué te dice que no vales la pena y no quieres vivir... 

¡No!... ¡Porque yo si quiero vivir!, ¡Sé que vale la pena que esté aquí!... es sólo que algunas veces siento que las vías me piden que corra hacia ellas, me atrapan con sus manos invisibles y me jalan para que mi cuerpo muerto y destrozado se recueste en ellas, pero yo no quiero ir, nada más que ellas insisten en que "debo" avanzar hacia su oscuridad y esperar el tren desde allá abajo.

Con todo esto, caminaré por los túneles de esta ciudad desconocida, caminaré... ¿O caminé?, porque más bien creo que caminé, que estoy en el pasado esperando a que pase el tren, ya que todo a mi alrededor se ve muy viejo... aunque me pregunto si ya existirá el tren, porque todo lo que veo es una caverna, y la gente en la orilla esperando, gente que me atemoriza porque no confío en nadie, sin embargo sé que tengo que hablar con ellos, porque tengo que preguntarles a dónde ir, pues eso es algo que yo no sé.

Caminé por los túneles de la ciudad desconocida, y me acerqué a la gente, y pregunté, y la gente no respondía con palabras humanas, sólo chillaban y gritaban, porque no eran gente... eran demonios, unos demonios que primero eran gente, pero que tal como sucede en el juego de los encantados, al ser tocados sus oídos por mi voz, son descongelados, igual que cuando eres niño y tocas a tu amigo con la mano y puede correr y seguir jugando, ahora cuando mi voz los alcanza sus caras reblanquecen, sus ojos crecen, su piel sangra.... y chillando y gritando me dicen a dónde ir.

Esto es algo que escribí hace tiempo como un regalo para mi amigo Xavier, es un relato de un sueño que solía tener de pequeña, espero que les vaya bien en este viaje por los pasillos más ocultos de mi mente infantil...

Sólo podía escuchar a lo lejos la televisión en mi alcoba, la cual estaba frente a mi, la vi entre sueños ¿a las 3 am, las caricaturas de Bugs Bunny?.... Cuando al fin pude abrir los ojos vi que mi madre no estaba en su cama, pensé que había ido a la cocina a buscar leche para aliviar su gastritis como solía hacerlo por esos días.

Sentí miedo… no se el motivo, tal vez era solo que no me gustaba estar sola en la oscuridad… no se por qué, pero sentí miedo y quise estar con mi madre.

Traté de ponerme los zapatos, tentaba con los pies en el piso, pero no los encontré, quise agacharme a buscarlos bajo mi cama, pero oí unas voces y no quise mirar:

‐“Mamá, cuando muera quiero ir al infierno”‐ decía una voz de niña con gran ilusión, creo que era mi voz…
‐¿porqué hija?... El infierno es horrible, el infierno no es lugar para alguien como tú. – dijo impresionada “la madre”
‐ porque en el infierno mi alma arderá en compañía del demonio…. Mamá, eso es lo que quiero…

Me sentí asustada, extremadamente asustada, en ese momento no supe cómo fue que esas palabras que acababa de escuchar le abrieron la puerta al miedo y lo invitaron a avanzar rápidamente hasta llegar mi conciencia permitiéndole adueñarse por completo de mi pequeña mente, acariciando cada fragmento de mi piel, pasando por lugares que no sabía que existían en mí… yo no quería quedarme ahí a seguir escuchando mi voz… así que me puse esos zapatos blancos, grandes, de payaso, que estaban ahí…

Bajé las angostas escaleras, con mi vista limitada a ver mis pies, mis pies que no eran míos. Solo podía oír a lo lejos que mi voz seguía hablando, mi voz de niña hablando del infierno… así yo avanzaba lentamente por las escaleras porque tenía miedo, un miedo de esos que te dicen que corras, pero te abraza para que te detengas.

De esa manera llegué a la cocina, ahí estaba mi mamá, como lo esperaba, calentando leche en la estufa, junto a la ventana, una ventana que hasta ese momento yo conocía solo de día y siempre iluminada por la luz del sol, luz que en ese momento no existía ni en mis recuerdos... Cuando estuve acompañada me sentí mas tranquila, aun sumergida en esa profunda oscuridad de la madrugada, recuerdo que hable con mi mamá no se de qué, no quise contarle lo que me ocurría porque seguramente no me iba a creer nada. Los padres suelen decirle mentirosos a los niños de siete años que encuentran fantasmas bajo la cama, ¿qué me diría mi madre si le dijera que encontré miedos bajo mi cama? Y sobre todo ¿que me diría si supiera que en el fondo algo de mi los estaba disfrutando?

De repente escuché pasos que descendían de las escaleras, las mismas que yo acababa de dejar atrás… eran mis pasos, o mejor dicho, los pasos de mis zapatos de payaso, volví la mirada…

Sólo vi a mi madre bajando las escaleras, la vista me susurraba que era mi madre, pero la realidad me decía que mi madre estaba junto a mí, aun así, ahí bajando las escaleras estaba un cuerpo con la ropa de ella muy desalineada … miré bien y lo supe, ahí estaba el, un hombre alto, enorme ante mis ojos, siguiéndome con su sonrisa, una sonrisa que yo no podía ver, que tampoco podía oír, pero sabía que él estaba sonriendo, que estaba burlándose de mi… que venía para llevarme…

Se acercó a mi despacio, como flotando… mi madre no gritó, no se asustó, simplemente desapareció… de repente vi al hombre cerca de mí y me percaté de que en ese mundo sólo estábamos el y yo… y el estaba frente a mí, en ese momento lo único que pude ver fueron sus ojos, de un hermoso color azul turquesa, los más bellos que he visto en mi vida, los más profundamente siniestros que he visto en mi vida, los cuales insistían en buscar los míos, mis ojos que con mucho gusto hubieran huido, pero que ni siquiera tuvieron esa idea, porque estaban atrapados…

Tan presos, que ni siquiera se cual era el color de su piel o de su cabello.

Estando frente a mí y me dijo con esa voz sin sonido, que no recuerdo si salió de sus labios o de su mente, sólo recuerdo su sonrisa… sólo lo recuerdo diciendo:

‐ “Ha llegado el tiempo, vengo para llevarte”

Yo sabía que iba a venir algún día, yo sabía que vendría a buscarme, pero también sabía que ese día no debía llegar, sabía que nunca querría ir. Así que sin pensarlo (realmente no pensé nada) tomé la medalla que colgaba sobre mi cuello, no hice nada más que mostrarle esa pequeña medalla con la figura de una virgen, la cual llevaba desde ese dia de mi nacimiento, y se la mostré… enfrentándolo firmemente y diciendo:” no me iré contigo, no te lo permitiré…”
Al ver mi reacción el hombre frente a mí se rió escandalosamente, alzó su brazo y con un enorme rencor enterró la uña de su dedo índice en mi hombro izquierdo…

Sentí dolor, sentí calor, un calor infernal que poco a poco recorría cada parte de mi cuerpo, incendiándolo por dentro…

Entonces desperté de golpe y el calor seguía ahí, un calor insoportable estaba Dentro de mí, más grande que el de la fiebre… eran las tres de la mañana y mi madre no estaba en su cama…